Desnúdate para Vestirte

 

Lleva sólo las cosas esenciales 

Si traes nostalgia no cargues con su pena. 

El Sol exige desnuda la plegaria: 

Viste tus galas, camina eternidades.


El primer verso del poema, "Lleva sólo las cosas esenciales", no es un imperativo como podríamos pensar a partir de su categoría gramatical, sino una recomendación, una sugerencia que invita a reflexionar sobre la existencia humana a quien va a iniciar su viaje, o a quien se encuentra ya viajando y siente demasiado peso sobre sus espaldas. Esta frase nos llama a la simplificación radical de la vida, y enciende un fuego en nuestra intención: en un mundo saturado de objetos, deseos y preocupaciones superfluas, nos pide discernir entre lo necesario y lo contingente, tanto en lo que ingenuamente consideramos material como en las cuestiones del alma. Las "cosas esenciales" son principios de Dharma: la serenidad, la generosidad, la amplitud de miras, la inocencia, la alegría, el valor, el amor por la belleza... La vida se concibe como un viaje en el que el peso de lo innecesario se convierte en una carga que impide el avance. La ligereza es la condición fundamental para la libertad, y esa levedad es con respecto a máscaras o construcciones mentales, inercias y mecanismos inconscientes.

Lo esencial está siempre presente. Cuando pertenece al mundo de la forma, es inmutable, subyace a la transitoriedad del mundo sensible. Desde esta perspectiva, el verso primero es una exhortación a buscar la verdad y la belleza en su forma más pura, despojándonos de un bagaje innecesario. El niño lleva sus juguetes de viaje. Lleva tú los juguetes que te sean esenciales para el juego que es el propio Camino: esos juguetes no son nunca objetos. El espacio del viaje místico se desvela sólo cuando la estructura fundamental de la existencia emerge espontáneamente de la multiplicidad de sus manifestaciones.

A partir de un momento en nuestras vidas, la persona es equipaje innecesario. La creencia en las máscaras sociales que adoptamos para interactuar con el mundo ha de quedar atrás. El viaje del autoconocimiento exige un despojo, no como renuncia, pues toda renuncia es del ego, sino como deseo de Luz, deseo del “Yo Soy”, el deseo final.

El segundo verso del poema, "Si traes nostalgia no cargues con su pena" introduce el tema de la memoria y el pasado, abordando la nostalgia como anhelo y como emoción compleja en la que se enreda nuestra máscara de indentidad. La nostalgia, etimológicamente "dolor por el regreso" (nóstos y álgos), puede ser una fuente de consuelo, pero también una pesada cadena que nos ata al pasado. El verso no nos pide que renunciemos a los recuerdos, sino a la "pena" que a menudo los acompaña. Es un acto de discernimiento entre el recuerdo enriquecedor y el ciclo de inercia repetitiva y destructiva, un dolor estéril que reafirma un ego doliente y perdido. La nostalgia cuando cristaliza en una inercia, nos ancla a una representación del pasado que tomó por reales fugaces fuerzas de sinsentido a partir de un placer o un dolor. El poema nos invita a transformar la nostalgia en una fuente de gratitud, a mirar los recuerdos no como pérdidas, sino como experiencias de navegante, y como formas de amor y belleza. La nostalgia sin pena, es la copa en la que bebemos un vino fuerte de ambrosía y veneno, transformando en nuestra garganta, como Nilkanth, intensidades opuestas en Ananda. Dejamos la pena sin rechazarla, sin huir de ella, con el agradecimiento de haber encontrado un ingrediente que hace más profundo el sabor de la memoria, y transmuta alquímicamente lo vivido en más amplitud del Trikala de la vida.

La nostalgia puede entenderse como una manifestación del Ishq, un concepto central en el sufismo que se refiere al amor divino apasionado. El Ishq no es un amor mundano, sino una fuerza que impulsa al buscador a retornar a su origen, a un estado de unión con lo Absoluto. La nostalgia transmuta su pesantez en ala e ímpetu para el viaje hacia lo eterno. Al liberar la nostalgia de su "pena" la memoria se convierte en espejo de lo invisible. No es el lamento por la pérdida, sino el anhelo por el retorno a la Fuente, un amor tan apasionado que no se permite el reposo en las formas efímeras. Es la profunda pulsión del alma por el reencuentro con ese "Hogar" del que fue exiliada por voluntad propia, para que pudieseis ser el mundo y tú. La nostalgia, en este contexto, es un eco de esa visión primordial, un recordatorio del paraíso perdido que, al ser integrado sin pena, se convierte en la fuerza motriz del retorno y el encuentro.

La tercera línea del poema, "El Sol exige desnuda la plegaria" es la petición de una pureza radical, de una sinceridad total. Es una declaración de que no se puede acceder al Numen con artificios, pretensiones o máscaras. El verso resuena con tradiciones místicas de todo el mundo. En el sufismo, el buscador debe despojarse del pequeño ser, no por mera represión, sino por comprensión y transformación. Se trata de deshacernos de la sombra del ego mediante su integración en un "medio para la experiencia de la vida". Mevlana Rumi nos habla de la necesidad de desnudarse ante el Amado, de ofrecer un corazón puro, sin los velos de la ilusión mundana. Es equivalente a la "mente de principiante" (shoshin del Zen) con la que abordamos cada experiencia sin ideas preconcebidas, con una apertura y humildad que se asemejan a la "plegaria desnuda". Esta "mente de principiante" es la mente primigenia del niño, la fitra de la que hablan los sufíes. El Sol, en su inmensa y deslumbrante pureza, no puede ser abordado con sombras. La luz exige luz.

La "plegaria desnuda" es como un acto de vulnerabilidad radical. En un mundo donde la fortaleza se confunde con la invulnerabilidad, el poema nos sugiere que la verdadera fuerza reside en la capacidad de ser auténticos y vulnerables. Confesar nuestras imperfecciones, miedos y deseos más profundos, no necesariamente a una deidad externa, sino a nuestra propia conciencia, es un acto de valentía transformador y la base de cualquier proceso de sanación y crecimiento.

La cuarta y última línea, "Viste tus galas, camina eternidades" parece contradecir los versos anteriores. Si se nos pide despojarnos de todo y ofrecer una plegaria desnuda, ¿por qué se nos insta a vestir galas? Las "galas" no son las máscaras vanas, ni los adornos superficiales de la persona. Son los frutos de las tres primeras líneas: la ligereza de lo esencial, la sabiduría de una nostalgia sin pena y la pureza de una plegaria sincera. Las galas de las que habla el poema son las vestimentas del Dharma. El poema no nos pide que nos disfracemos de lo que no somos, sino que celebremos nuestra verdadera naturaleza, la que ha emergido después del despojo. Desnúdate para vestirte, si pones el Dharma sobre tus máscaras, harás una mueca horrenda de la Belleza. Primero desnudo y vulnerable para que el Dharma se ajuste a nuestras formas y nos encaje su textura con plena armonía.

Finalmente, el imperativo "camina" recapitula el sentido del “lleva”, y nos despliega ya abiertamente el sentido completo de la melodía que dibuja el poema, al modificar la acción y situarla en el ámbito natural del humano: las eternidades. No hay otro viaje. Cuando caminamos con las galas de nuestra esencia, cada paso es significativo, cada momento es pleno, y el tiempo, tal como lo conocemos, se disuelve en un mar de fondo.

Hay cuatro maneras de caminar eternidades:

1. Haciendo un viaje cíclico. Aquí el tiempo es rueda de Samsara. Desde la perspectiva del Shahid, de quien como testigo ya viste sus galas, esta repetición no es una condena, sino un proceso de infinito éxtasis. Cada ciclo es un acto del Lila, una obra de arte para mostrar la belleza del despojarse de las "cosas esenciales" y de la "pena" de la nostalgia. El Shahid observa los ciclos del mundo (las "eras de errores que ruedan y se repiten") con una serenidad que ignora la tristeza, reconociendo que cada ciclo ofrece la posibilidad de avanzar en el camino del Ishq. La repetición se convierte en un ritual de desapego, y el viajero aprende a no aferrarse a las manifestaciones temporales, por bellas o dolorosas que sean. Al caminar eternidades, el Shahid va más allá del ciclo, observándolo desde fuera del tiempo.

2. Haciendo un viaje lineal. El tiempo es una flecha que se mueve del pasado al futuro. Para el viajero-testigo, esta línea no es una progresión sin sentido, sino un sendero de amor evanescente. Cada momento presente es una oportunidad última para la "plegaria desnuda," para una final y única manifestación de la verdad. El Shahid no vive en el pasado ni en el futuro, sino en la inmensa densidad del "ahora". Su viaje lineal es un proceso de desvelar la eternidad en lo efímero. Al "caminar eternidades" en esta línea, el Shahid vive cada instante como un portal hacia lo divino, reconociendo que la plenitud del ser no es un destino futuro, sino una perfección que se manifiesta en cada paso fugitivo.

3. Haciendo un viaje divergente, caminando por un jardín de senderos que se bifurcan. Aquí, cada elección o momento presente se ramifica en múltiples realidades, creando universos paralelos. Desde la perspectiva del Shahid, esta divergencia no es una fragmentación de la realidad, sino la manifestación de una única y misma fuente en una infinidad de formas. El viajero-testigo, al haber visto la unidad, comprende que todas las ramas del árbol temporal están sostenidas por una misma raíz. Las "galas" de las que habla el poema son la conciencia de esa unidad. El Shahid "viste sus galas" y camina a través de las eternidades divergentes con la certeza de que, sin importar el camino que tome, la verdad subyacente permanece. La multiplicidad de las realidades no oculta la unicidad de lo sagrado, sino que la revela en su infinita capacidad creativa.

4. Sabiendo el viaje inexistente. Todas las identidades, todos los viajes, son el Sueño del Eterno e Inmutable. No hay Shahid, no hay nostalgia ni camino. Sólo una Ananda Infinita suena como un lejano eco, espontáneamente, apuntando hacia un Misterio más Profundo.


El poema es una guía para el viaje existencial. Nos propone una serie de etapas: primero, el despojo de lo innecesario; segundo, la sanación del pasado a través del Ishq; tercero, la purificación del espíritu a través de la vulnerabilidad; y cuarto, la manifestación del Dharma en el mundo navegando las eternidades.


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