Llama Solar

 


Comentario al Poema 3 de Alborada

  • El poema cuenta con cinco estrofas. La primera traza los límites duales de la emoción humana del gozo.

  • Hay dicha que la emoción no sostiene

    Sobreabundante escapa hacia un cielo de pureza

    Apasionado esplendor que mora indiferente

    El templo de la paz y el campo de batalla.

    En este comienzo del poema, se plantea la insuficiencia de la experiencia emocional convencional para captar una forma superior de dicha. ¿Cómo es la vida humana más allá de las emociones básicas, de la búsqueda ardiente o deseo, el miedo, la ira, el sexo, el cuidado de la progenie, la emoción grupal o el juego? ¿Podemos entender algo que vaya más allá de nuestros instintos y pasiones? ¿Y a nivel social, podemos tratar con alguien que no esté dirigido por estos movimientos básicos de la psique sin crucificarlo?

    En estos primeros versos, se nos habla del punto en el que la dicha humana alcanza el estado de Ananda. Este gozo-alegría no es una emoción fugaz, sino un estado ontológico superior que la emoción no puede ni albergar o contener, ni entender ni acompañar. Nuestro bienestar como organismos vivos llega hasta un punto: hay un límite de éxtasis físico que podemos tolerar, más allá de él se desvanece la identidad de nuestra consciencia egoica. Sin embargo, hay un potencial de sutil bienaventuranza simbólica, nueva y emergente, que se eleva más allá del plano afectivo de los neurotransmisores hacia un cielo de pureza. Esta elevación se siente como un “escape” desde el punto de vista de la emoción básica en la que vivimos atrapados. Justificamos nuestras cadenas emocionales bajo una máscara de fidelidad a la vida, de compromiso con la existencia humana, un acto hecho desde el esfuerzo de permanecer en el fango de la confrontación y la densidad para ayudar y hacer el bien. Esta actitud del ego es la que habla de los “escapes” para justificar sus propias cadenas. Al hacerlo no presta atención a la sobreabundancia del movimiento que se eleva hacia un cielo de pureza, pues esa riqueza -en toda su espontaneidad- hiere profundamente al ego por el mero hecho de mostrarle la existencia de otra cosa, de otra forma de alegría que le es por completo ajena.

  • El "esplendor apasionado" se presenta como una fuerza no-dual que abarca tanto la "paz" como la "batalla", sin polarizarse hacia ninguna de ellas, sin aceptar ni rechazar ninguna. Su indiferencia con respecto a la paz y la guerra es fruto del desapego, no de la desidia o falta de interés por las cosas de la vida: aquí resuenan los ecos del Bhagavad Gita. Desde el Dharma Eterno, Kurukshetra es tanto el campo de batalla como el templo de la paz. Nuestro pensamiento Trikala ya las ve como un sólo símbolo. Es precisamente la distinción dual de la vida cotidiana lo que perpetúa los ciclos de las guerras y las paces. Las paces humanas no son momentos de no violencia, sino los momentos en los que los vencedores legitiman su violencia victoriosa y los vencidos, sobre las alas destructivas del resentimiento y la venganza, preparan un nuevo ciclo de guerra. De la misma manera, la guerra no está exenta de quietudes ansiosas, ni faltan los momentos de armonía en los umbrales de la muerte que alimenta su insaciable estómago de fiera. La dicha-gozo, la bienaventuranza de la Ananda, indiferente a la guerra y a la paz, las mira desde una colina que ya no es del ego, y sabe que ninguna de estas actitudes está exenta de atributos de su contrario.

La segunda estrofa canta a la naturaleza única de este gozo sin medida:

Hay una llama solar que ignora la tristeza

Ímpetu que impregnan visiones de arrebato

Desfiles seculares de gozos ascendentes

Destellos tejidos con gemas nebulosas.

La “llama solar” es la forma del Alma Universal unida al “Yo Soy”. No se trata de un impulso exclusivamente humano, en el sentido de la palabra “humano” de nuestro lenguaje cotidiano. Es la “llama de amor viva” de Juan de la cruz, llena de ternuras, nutridora, pero es también nuestra conocida Alborada. Es a través de esta expresión que el tercer poema del libro ofrece una variación nueva sobre el tema del Alba. La llama solar es Agni, tu anhelo -querida lectora de estas líneas- buscando ecos distantes. Esa nostalgia ignora la tristeza, si bien no como un deseo de apartarla, reprimirla, o sentirse superior a ella. Hay una llama solar -tu llama más íntima y más externa- que ignora la tristeza porque no la conoce, ni la reconoce en los turbios momentos de la lucha de la vida cotidiana. Es un empuje de “Luz que Ve”, no de la luz que vemos y distinguimos, y que nos sirve para caminar entre oscuridades. La Luz que Ve no conoce la oscuridad ni sus formas, pues sus flujos y movimientos son arrebatos, samadhis que excluyen conceptos y nombres. Como experiencia sutil, desde el Trikala, es un retablo en el que hay un desfile detenido de color mil millonario, un río danzante fijado en la profundidad de la noche cósmica. Y son los tejidos que fibran el lienzo hilos de gemas nebulosas que nos muestran un subespacio más misterioso sosteniendo lo Real.

En la tercera estrofa tenemos un contrapunto que muestra la labor de transformación que la “llama solar” produce en la experiencia del ego:

  • Hay una Luz que ignora al Mago pequeño

    Y si lo adopta, transfórmalo en otra cosa

    Fuera del afecto que acepta o rechaza

    Lejos de trucos, acechos y trampas

    Cazando vacíos, rezando oscuridades

    Aguas enturbiadas, baldías riquezas.

    Estos versos expresan una Voluntad que ignora la tristeza e impulsa visiones de éxtasis y gozos ascendentes, motor inmóvil de autoafirmación incondicionada. En uno de sus modos, en una de las máscaras de la Luz, esta Voluntad ignora al Mago pequeño, al que no puede ver, pues para Ella no es más que parte de una mascarada grotesca y compacta. La Luz es indiferente a los "trucos, acechos y trampas" de la mente de supervivencia, de la voluntad de poder que sólo distingue formas limitadas, ínfimos recorridos de deseos inerciales, caprichos confundidos qque actúan como marionetas en un teatro de sombra. Y cuando el Mago pequeño toma forma en la Compasión del Universo como parte de un drama de otro tipo, ese ínfimo Mago no es destruido, sino "integrado" en la Conciencia, eso sí, una vez la tristeza (ignorada de la misma manera que ignoramos al ego, sin involucrarnos en una negación) ya no es más que la nota de un perfume resonante en la noche ancestral. El ego entonces se vuelve un órgano del Dharma, una herramienta para la autorreflexión, un órgano sensorial que es reutilizado para identificar el mismo caos y la incompletud de sentido de los mundos pequeños que alguna vez intentó controlar con sus narrativas. Los viejos procesos psicológicos son amorosamente recogidos en un ámbito más amplio.

Hay himnos de plenitud que la mente no alcanza,

Conciencia sin par que respira lo Eterno,

Liras de Eones labran tal fundamento

Lucidez nunca final

Clara su pincelada

Magma de Belleza.

La mente manas, la mente de supervivencia que nos ata a la materia, el pensar cuyas herramientas son tan sólo los sentidos fisiológicos y las inferencias que nutren la narrativa egoica, no puede aprehender completamente la "plenitud" de lo Real. Hay una forma de Conciencia sin par, sin segundo, sin “un otro”, cuya única dualidad es la de su propio respirar, la de sus kalpas. El ritmo y la melodía de esta conciencia son interpretados por las liras de los Eones. Los Eones entonan desde sus tronos inmortales música emanada de sus liras divinas, melodías que llegan desde un Pléroma supremo, desde la Plenitud inefable y desconocida. De sus arpas sale la sustancia sutil de un puente hacia lo humano, un puente de ecos arcanos, que como un Chinvat Zoroástrico, nos conectan con la lucidez inextinguible. Su paleta sonora es un Magma de Belleza desde la que nuestro ser más demiúrgico pincela tan sólo inagotable Belleza y aires felices.

En la última estrofa se recapitula y se cierra la visión:

Un Espíritu que afirma se enmascara en la Alegría

Generosa la vierte y con más Luz la llena.

De su visión nodriza nutre el Alma de los Hombres

Una Amaltea de cumbre

Que jamás pisó el Valle.

En lo que llamamos alegría, se enmascara algo de mayor alcance, la Ananda. La Alegría está enmascarada pues para nuestro pensar de urgencias la alegría no es más que una fugaz emoción que se opone a la tristeza. La Ananda vierte su néctar en la copa de nuestra Alma. Sólo al inundarla, sólo cuando nuestra Alma ya está completamente inmersa en la Ananda se hace permeable a esta Luz nutridora, a esta lámpara de fuego que llena nuestroo mirar de resplandores inmemoriales, con una autoridad generosa y unificadora que nutre sin dominar. La Nodriza Divina es ahora evocada en Amaltea, una visión superior que alimenta el "Alma de los Hombres", sin bajar nunca a los valles, pues en su amplitud de Realidad no hay cuencas bajías: imperturbables las Cumbres centellean cubriendo el Universo.


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