Puente de Ecos Antiguos
Entiendo el Alba si es verso de diosa
Primigenia y creciente
Etéreo cuerpo vivo
Arcana presencia
Intensa ninfa de las nubes
Amante en mis despertares.
Los primeros cuatro versos de "Alborada" nos ofrecieron el "aria" fundacional para el viaje lírico de todo el libro, un camino-canción de exploración profunda. En este segundo poema se expresa un sencillo canto amoroso al símbolo más tierno de la Luz naciente, evocando un puente luminoso entre lo sagrado y lo profano, entre el cosmos y el corazón humano, íntimo y vulnerable. Este es un gesto poético que transmuta el amanecer cotidiano en una revelación mística y personal. Desde una perspectiva puramente literaria, el texto articula su visión a través de una metáfora extendida. Cada verso añade una nueva capa de significado a la figura central del alba, construyendo meticulosamente una teofanía personal —una manifestación directa de lo divino. La musicalidad de la pieza se logra a través de la repetición de estructuras adjetivales y la progresión de sus imágenes, guiando al lector desde lo ilimitado y primordial hasta lo íntimo e inmediato, todo lo cual encuentra una resonancia sutil en una rima interna que une la "creciente" flor del Alba con el "Amante" que despierta en mi propia alma.
El verso primero, “Entiendo el Alba si es verso de diosa” es una declaración condicional de largas e íntimas resonancias. Si el Alba es algo divino, entonces la entiendo por completo e ilumina mi día: sólo como referencia a una Diosa tiene sentido tanta belleza. Y para mí las primeras diosas fueron Griegas, vitales, fiéramente eróticas y audaces, representan una conexión con la infancia y con una vitalidad poética dulcemente terrenal, mientras que mis últimas divinidades, las de la India, son fuerzas universales sutiles que recorren mis anhelos de inmortalidad, hoy disueltos en más vastos océanos que los que limitan las máscaras de los Devas. El verso que subyace a este primero de “Alborada” (y a todo el libro) ligado a mi infancia y a la poesía de Homero, es el epíteto del Alba griega, Eos: "ῥοδοδάκτυλος Ἣώς" (rhododáktulos Ēōs), "Eos de dedos rosados" o "de dedos de rosa". Eos es el verso de la Diosa que se teje pentagonal en la rosa pitagórica, símbolo de armonía cósmica y perfección aritmo-geométrica que sumerge mi conciencia en los misterios más primordiales.
Los dos primeros versos del poema articulan así lo que una vez fue mi experiencia diaria y lo que ahora, visto a través de ojos que leen himnos antiguos, es mi experiencia del mundo de la vida que rota y traslada sin freno sin freno en ciclos crecientes. “Vivo mi vida en círculos crecientes que pasan por las cosas” cantaba Rilke, y en su centro encarnado mi cuerpo, gravitando la finitud de la Existencia. Ese espacio o éter vivo de cuerpo de Diosa es matriz de un retorno que vive día a día. Cada vuelta más intensa, más completa y más plena, saturando mi psique con nostalgias. Una espiral ascendente de refinamiento inagotable.
El Alba es siempre Primigenia, como la virginidad de Afrodita que se desteje en pasiones para ser retejida con la Luz Nueva. Con el Alba entramos en el espacio de significado que llamamos estar vivo en lo humano, un arcano vivir como rito, como Rta cósmica y Ley de las profundidades. El Alba y su hermana, la Noche, son el modo de “ser aquí” las cosas, son la presentación del ritual de la Ley del Sol: nacer, crecer y morir. Todo ritual se inscribe en ese triángulo de significado, y con el ritual cada narrativa y mito que recorren y transforman el rito en signos y cifras que abren las puertas del Infinito.
La arcana presencia del Alba vela sutilmente la arcana esencia de la Noche. Alba y Noche intercambiando amorosamente sus colores, como dice el Rigveda, amamantan al unísono a su hijo común: el Humano. Tú, que lees estas palabras y las haces resonar en ti, eres el hijo del Alba y de la Noche, y no tan sólo como humano, sino como símbolo del anhelo que crece en lo humano desde el Alba, la aspiración de Agni, quien convoca sin cesar divinidades, y los trae a mis palabras de nostalgia...encuentro e Ishq.
El pensamiento Trikala me lleva hasta el arcano de las nubes en la Aurora. En la nube apasionada, la Luz engalana las ninfas del agua. La Luz, que siempre es gala, escribe sobre lienzo etéreo el recuerdo de todos aquellos que alguna vez miraron con anhelo la Alborada. Los Rishis de antaño nos miran espejados en los ojos del Alba, inmersos en el ciclo de despertares y olvidos, donde mis labios retornan a los de mi Amante Luminosa. Cada nueva nube de luz repite un archivo fractal transpersonal de asombros y alegría al ver despuntar la mañana. Acepto su invitación y cruzo el puente de ecos antiguos de la Alborada.
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